Todo es mentira, pero prefiero fingir que no
Brandon Sanderson nos trae una pequeña novela, a medio camino entre la fantasía y la ciencia ficción, con el objeto de entretenernos unas pocas horas. Un ser todopoderoso nos relata cómo llegó hasta ese punto y cómo, una vez alcanzada la cumbre, necesitó crearse un némesis para poder sentir que todavía le quedaba algo que hacer. Ganar siempre es aburrido. Dejando su guerra en un segundo plano, el protagonista decide acudir a una cita.
Te dije que mi nuevo robot sería impresionante
Cuando se finge ser un dios
La ignorancia es felicidad, el autoengaño es opio. Desde el primer momento Kairominas de Alornia nos quiere convencer de que es el Dios-Emperador del mundo, pero pronto sabemos que es un engaño: existen otros mundos y él no tiene poder fuera de sus fronteras. Su arrogancia le acompaña allá donde vaya y en esos lugares, encontrará a otros como él, igual de arrogantes.
Solo dos personajes, pero logrados
Con dos le basta al autor para presentar la ambientación de la novela y hacer avanzar la trama, Kai, el Dios-Emperador de un mundo medieval, y Sophie, la mujer que el Wode (una especie de entidad que regula diversos mundos) ha seleccionado para que se aparee (sí, para que tengan un hijo). El primero está obsesionado con las hazañas de su pasado; la segunda es una rebelde que pretende derribar lo que ella misma ha logrado conseguir, dispuesta a luchar contra su destino escrito. A través de sus opuestos puntos de vista, Sanderson deja entrever qué circunstancias han llevado a que estos personajes vivan en estos mundos irreales.
Giros argumentales en poco espacio
La verdad es que no hay tiempo para mucho, pero Sanderson se las arregla para que cada diez páginas haya una pequeña sorpresa para el lector que amenizará la lectura. El final también tiene su propio giro, aunque no es todo lo emotivo que a él le hubiera gustado que fuera.
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